El
SANTO ENTIERRO DE BERJA
Siglos
XVII-XVIII
La procesión del viernes
santo virgitano, -al igual que muchas poblaciones- está especialmente vinculada
a dos imágenes por excelencia: el Santo Sepulcro y Ntra. Sra. de la Soledad.
Ambas figuras tienen una raigambre histórica en Berja desde hace siglos, aunque
la masiva destrucción documental de nuestros archivos hace de especial
complejidad su reconstrucción, si bien en las breves líneas que siguen
trataremos de esbozar sus características principales.
El culto virgitano a la
pasión y muerte de Cristo está muy arraigado desde sus inicios como población
cristiano-vieja. En concreto, desde finales del siglo XVI ya existía en la
población una imagen de la Virgen de la Soledad, pues la presencia de esta
talla, prácticamente es coetánea a la cronología de la llegada de la Virgen de
Gádor. En concreto, Ntra. Sra. de la Soledad era una de las pocas figuras que
decoraban la ermita, siendo de especial significación su existencia, puesto que
hay que ponerla en relación con el espíritu pasional de los cristianos
supervivientes de la rebelión de los mariscos. En efecto, la Soledad de Ntra.
Sra. era el mejor paradigma del desconsolado y afligido imaginario de los
martirios alpujarreños, ya que extrapolaba su sentimiento al dolor de las
viudas de la guerra. A su vez la localización de la imagen pasional en la
ermita de Ntra. Sra. de Gádor no es baladí, pues la patrona de Berja durante el
siglo XVI y XVII está íntimamente unida al martirologio de los cristianos y a
una construcción mental que pone en relación sus milagros con los mariscos[1].
Del desarrollo posterior
de la devoción a esta imagen poco puede escribirse, salvo que debió tener
bastante protagonismo en el último tercio del siglo XVII, fecha de la
conversión del Santuario en Hospicio de Hermanos de San Francisco de Paula.
Este hecho hay que tenerlo muy en cuenta, pues la Virgen de la Soledad se
vincula en la diócesis de Granada a diversas órdenes religiosas, destacando
entre las más sobresalientes precisamente los padres mínimos[2].
Con toda seguridad esta congregación efectuó funciones relevantes con esta
Virgen, sobre todo en Semana Santa. Ello explicaría por qué -pese a ser una
talla del siglo XVI- sólo en este período ofrece un mayor fervor virgitano. En
concreto tenemos constatado esta inclinación popular a principios del siglo
XVIII, época en la que Ntra. Sra. de la Soledad recibió algún obsequio
importante, como el ofrecido por Dª Isabel Ruiz González el 4 de julio de 1701,
dama que cedió un manto para que su venta sirviera " ... para ayuda a
comprar una Corona a la Virgen de la Soledad, que está en el Hospicio"[3].
Las funciones de los
mínimos con Ntra. Sra. de la Soledad en la ermita de Pisnela debieron calar
hondo, pues lograron extenderse al núcleo, donde muy pronto el templo
parroquial dispuso de otra hechura. De esta segunda imagen sabemos que era de
vestir, pues el 18 de septiembre de 1712, Dª María Aparicio donaba a la talla
una rica ropa para su adecentamiento, concretamente "...una camisa delgada
que tengo, -el cuerpo de Valenzia-, de valor de treinta reales..."[4].
Como buena imagen de
candelero, el cambio de vestuario era frecuente, contando con importantes
donativos de joyas y ricas prendas. Por mostrar un ejemplo, citaremos la cesión
realizada el 7 de agosto de 1728 por Dª Antonia Valdivia Viedma, quien entregó
a la imagen “... un tallapie que tengo de nobleza, paxizo, y unas pulseras
pequeñas que tengo de aljofar, para que su maiordomo los aplique para el uso de
la ymagen que está en el altar mayor de la yglesia de esta villa ... "[5].
Esta información es muy interesante, puesto que localiza a la talla en el lugar
más relevante de la iglesia.
No obstante, esta imagen
no debía de procesionarse sino que su culto quedaba adscrito al templo, siendo
una segunda talla de la iglesia parroquial la que salía a la calle.
En concreto se trataba
de la virgen de los Dolores, hechura que era trasformada para la ocasión en
Virgen de la Soledad. Este singular hecho -por otro lado muy normal en la España
Barroca- se conseguía simplemente añadiendo a la Dolorosa una bandeja en la que
se incluía la corona y los tres clavos de Cristo, atributos iconográficos que
permiten identificarla perfectamente, símbolos que desde 1777 eran de plata, a
tenor de una donación particular[6].
Así, pues esta imagen se convertía en un nuevo paso de misterio que acompañaba
los Viernes Santos al entierro de Cristo[7].
Por su parte, la imagen
del Sepulcro que hubo en Berja era peculiar, pues en realidad se trataba de un
crucificado articulado conocido con el nombre del Santo Cristo. Esto es, un
Cristo clavado en la cruz que los Viernes Santos se descendía y colocaba como
un Cristo yacente. La ceremonia del Descendimiento era la más concurrida de
toda la semana santa de Berja, ya que la parafernalia que rodeaba al acto era
de un intenso fervor, pues los hermanos de la cofradía rememoraban un verdadero
auto de fe. Todo el complejo rito comenzaba a la media noche del Jueves Santo
con la colocación a los pies del crucificado de la Soledad y San Juan
Evangelista con algunas luces, quedando allí hasta el día siguiente. El Viernes
Santo, un insigne predicador predicaba el misterio de la Cruz en un apasionado
sermón del descendimiento que verdaderamente hacía estremecer a la concurrencia.
Mientras se predicaba, varios sacerdotes -vestidos con albas y estolas negras-,
ayudados de varios hermanos, colocaban dos escaleras a ambos lados de la cruz y
procedían al desclavamiento y descendimiento, ayudados de toallas curiosas y
apropiadas para ceñir el cuerpo de Cristo.
Una vez bajado, el Santo
Cuerpo era puesto en los brazos de la Virgen[8],
permaneciendo así hasta su salida en procesión. La procesión era la del Santo
Entierro y era multitudinaria, no faltando una legión de soldados romanos, denominados
entorrchados; infinidad de flagelantes; penitentes; fariseos, ... etc. El
recorrido era un alargadísimo trayecto que abarcaba innumerables zonas
descampadas de Berja.
La existencia de este
genuino crucificado la conocemos al menos desde mediados del siglo XVII, pues
un documento fechado el 7 de septiembre de 1655 refiere que ya tenía capilla
propia, dado que en aquella fecha el capitán D. Juan de Espinar pedía
enterrarse en la capilla del Rosario, aunque -de no ser posible- quería que
fuese " ... en la capilla de el Santo Cristo que está enfrente de
ésta"[9].
Este recinto sagrado debía estar en pleno proceso de decoración, pues en 1661
una doncella virgitana, Dª María Guréndez de Salazar, hacía la siguiente cesión
a la parroquia " ... una colgadura de tafetán, (pues) es para la capilla
del Santo Cristo que está en la iglesia de esta villa. Y si el dicho mi hermano
y suzesor quisiera acabar de hazer esto de la dicha colgadura para la dicha
capilla y gastarlo, que gastare. Es mi boluntad que le haga después un quadro
más, después de yo muerta .."[10]
Once años después, la misma donante volvía a reiterar su intención por
adecentar esta capilla, si bien eludía la obligación de colocar un cuadro,
restringiéndose la donación a las colgaduras que, en cualquier caso, debían
colocarse dentro de 4 años posteriores a su defunción. En efecto, el 20 de
febrero de 1671 la doncella cedía 400 reales, " ... para ayuda a una
colgadura de tafetanes para la capilla del Santo Cristo, que es donde está San
Francisco, en la iglesia de esta Villa. Y si mi suzesor quisiere acabar de
hacer la dicha colgadura y gastar lo que faltare, es mi voluntad que lo haga
dexpués de quatro años que yo fallesca y que no se le pueda apremiar"[11].
Al hilo de la noticia
anterior, deducimos que la capilla del Santo Cristo era compartida por la talla
de San Francisco, circunstancia que refuerza la vinculación de este misterio
con la orden franciscana. No en balde, en la cercana villa de Ugíjar había un
convento franciscano en el que existía una cofradía de la Cuerda de San
Francisco, cuya primordial función era el sermón anual de la Soledad y
desclavamiento de la cruz [12].
Con toda seguridad esta orden fue la que sirvió de foco irradiatorio de este
fervor religioso, siendo alimentado en Berja a partir del último tercio del
siglo XVII con la introducción de los mínimos, congregación particularmente
vinculada al culto de la Soledad.
No obstante, y al igual
que ocurría en otras partes de la diócesis granadina, esta procesión barroca no
era del agrado de la autoridad eclesiástica, pues -muy acorde con la mentalidad
ilustrada del momento- entendía que la presencia de romanos, empalados,
flagelantes, .. etc. los consideraba elementos profanos que distorsionaban la
verdadera fe e incluso fomentaban actos indecentes. Esto motivó fue en 1777 el
arzobispado de Granada ordenase, especialmente en las cofradías del Santo
Entierro, la retirada de disciplinantes y empalados, el control de los demás
elementos procesionales, así como el recorte en el trayecto. En 1779 se daba un
paso más, suprimiéndose los "armados", penitentes y personificaciones
teatrales. incluyéndose el sermón del descendimiento.
comensales, compostura
en los actos religiosos ... etc[13].
A finales del siglo
XVIII en Berja, tanto el sermón de la Soledad y descendimiento, como la
procesión del Santo Entierro, habían quedado reducidos a la nada. No obstante,
el pueblo de Berja siempre se resistió a perder tan popular culto, solicitando
al arzobispo en 1803 poder continuar con tan tradicional fervor. En efecto, el
alcalde mayor de Berja, D. Vicente Tormo y Pont -aprovechando los numerosos
daños causados en el campo virgitano por los fríos e hielos- rogó el oportuno
permiso para algunas procesiones de Semana Santa, en las que se incluía la del
Santo Entierro. La solicitud fue aceptada por el arzobispo Moscoso y Peralta,
quien concedió algunas procesiones, siendo una de ellas la del Viernes Santo,
si bien advirtió a las Autoridades que sólo podrían salir las imágenes del
Cristo yacente y Ntra. Sra. de la Soledad, " ... sin que haya penitentes,
empalados, o armados, ni se represente a lo vivo por personas los sucesos de la
Pasión, figurando a Jesucristo, su Santísima Madre, Apóstoles, fariseos ni
otros pasos, que en lugar de edificación sirven de hacer ridículas las
funciones sagradas ...[14]
Junto a esto, el arzobispo granadino negó expresamente la representación más
popular del pueblo, el Descendimiento de Jesús de la Cruz, pues la consideraba
que rayaba la ridiculez y la superstición[15].
De aquel intervencionismo ilustrado sólo quedó en pie durante el siglo XIX la
salida de las imágenes a la calle en una procesión austera que representaba el
Entierro de Cristo[16],
multitudinario funeral del que Berja era especialmente fervorosa.
Valeriano Sánchez Ramos
[1]
SANCHEZ RAMOS, v.: María Santísima de Gádor. 400 años de historia rnariana,
Almería. 1994. p. 41 Y 43.
[2]
LOPEZ MUNOZ. M.L.: "Las Cofradías del Entierro de Cristo en los reinos de
Granada y Murcia en el siglo XVIII". Actas del III Encuentro para el
estudio cofradiero: en torno al Santo Sepulcro, Zamora, 1995, p. 254 y, en
especial,p. 261.
[3]
A.H.P.AI., P-647. notaría Hoya Lupión, fol. 161RR162R. Esta misma condición
volviÓ a reiterarla en un segundo testamento fechado 10 días después, P-688,
notaría Hoya Lupión, fol. 164R.
[4]
A.H.P.AI. P-691, notaría Hoya Lupión, fol. 153R. El uso del término
"Valencia" se refiere a un tipo de tejido de alta calidad, en alusión
directa a la procedencia geográfica de su fabricación
[5]
A.H.P.AI. P-700, notaría Moral. fol. 453 V.
[6] Como ya pusimos de manifiesto
documentalmente. Vid. SANCHEZ RAMOS, V.: "El culto a la Virgen de los
Dolores en la Beria del siglo XVIII", Jueves Santo, 7 (1997).
[7] Junto
a estos atributos perfectamente distintivos. el uso de la ropa de vestir
-perfectamente conectado con el traje de viuda de la reina Isabel de Valois-
permiten distinguir a Ntra. Sra. de'la Soledad. Para conocer en su desarrollo
la evolución general de esta imaginería, Vid. SANCHEZ REAL, J.:
"Iconografía de la Soledad", Semana Santa. Berja 1995, De. Real e
Ilustre Cofradía de Penitencia del Stmo. Cristo de la Buena Muerle y María
Santísima de la Amargura y BENAVIDES VAZQUEZ, F.: "Curiosidades de la
imaginería del jueves Santo", Jueves Santo, 5 (1995). pp. 11-12.
[8] SANCHEZ HERRERO, j.: "Las
celebraciones del Descendimiento y Santo Entierro en el contexto Teológico y
popular de los siglos XII al XVI", Actas del III Encuentro ... , op. cit.,
p. 107.
[9] A.H.P.AI., P-680, notaría
Sánchez de Céspedes, fol. 112V.
[10] A.H.P.AI. P-680. notaría
Sánchez de Céspedes, fol. 400R.
[11]
A.H.P.AI, P-61!2, notaría Moral, fol. 28V.
[12] LOPEZ MUNOZ, M.L.: "Las
Cofradías del Entierro ... ", op. cit, p.260
[13] LOPEZ MUÑOZ, M.L.: "La
fiesta religiosa en la diócesis de Granada (1750-1825). Opinión, control y
represión", Chronica Nava 21 (1993-1993), pp. 261-265.
[14] A.C.E. Gr., leg. 208V, pieza 5,
informe del 22 de marzo de 1803.
[15] LOPEZ MUÑOZ, M.L.: "La
estación de penitencia en la Granada del siglo XVIII: De la disciplina pública
a la exaltación de la imagen", Actas del III Congreso Nacional de
Cofradías de Semana Santa, Córdoba, 1997, p. 134.
[16]Este
mismo fenómeno se dió en casi todos los puntos de España, ya que a la razón
dada se unió la posterior aesamortización -que dejó sin recursos a las
cofradías- V la política anticJerical manifestada por los gobiernos liberales.
Este fenómeno está bien estudiado para Cádiz, ciudad que sufrió una merma
importante en su Seman.a Santa. Vid. MORGADO GARCIA, A.: "La difícil
supervivencia de las cofradías gaditanas en el primer tercio del
sigloXIX", Actas del III Congreso .... op. cit .. pp. 201-208